Brujas por videollamada

María Rosa Beltramo

Cualquier persona que tenga que hacer un trámite en el centro puede reunir en cinco o seis cuadras de la peatonal una colección de invitaciones a comunicarse con expertos en tarot y videncia que, salvo excepciones, prometen una primera consulta gratuita, seriedad, reserva absoluta y soluciones.

El tarjeteo persistente en las esquinas más concurridas da la pauta de que el negocio funciona y que un número importante de cordobeses está dispuesto a invertir para que le anticipen lo que vendrá o le ayuden a superar problemas amorosos, laborales o familiares.

A despecho de la modernidad, el desarrollo de la inteligencia artificial y la exploración del espacio, la tarea de las popularmente llamadas “brujas” parece detenida en el tiempo, es inalterable, popular, exitosa y objeto de una demanda constante y creciente.

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Aunque es difícil elaborar una estadística confiable porque no hay registros de la especialidad, en función de la folletería que reparten, se sabe que la mayoría son mujeres y también que tienen una clientela mayoritariamente femenina perteneciente a distintos grupos etarios y de todas las clases sociales.

Lo llamativo es que en una sociedad donde los líderes tienen que hacer grandes esfuerzos para que les crean -y no siempre lo consiguen-hay una confianza ciega en las promesas de especialistas que se declaran capacitados para “unir parejas por más difícil que sea” y en “liberar” (sic) casas, campos y negocios, amarres y endulzamientos , todo lo cual-afirman-está “garantizado”.

Aunque es real que las “brujas “ han pasado de un siglo a otro sin que se advierta el menor cambio, también es cierto que están aprovechando la tecnología de esta centuria para expandir el negocio.

La mayoría se modernizó durante el encierro forzado por la pandemia e incorporó equipos y dio comienzo a las videos llamadas. Casi todas ofrecen una consulta gratuita y después cobran entre 1.500 y 3.500 pesos por una sesión que suele durar entre 30 y 50 minutos.

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Zoom , YouTube y WhatsApp han permitido borrar las fronteras y las distancias. Stella Maris, una experta que reside en Villa Carlos Paz, tiene clientas que la consultan desde Taiwán -latinas que le conocieron durante la estadía de una hija en esa región-, Santiago de Chile, Miami, Barcelona, Nueva York y un par de ciudades italianas, además de las distintas provincias argentinas.

Totalmente consciente de las dificultades del mercado nacional acá se conforma con 2 mil pesos (entre 6 y 7 dólares), pero a los de afuera les cobra 30 dólares .

Una habitué del circuito de tarotistas, videntes y adivinadores defiende cada peso que invierte en esas incursiones y considera que no es gran cosa que por el mismo precio de una visita a la manicura , puedan alertarla sobre dificultades en el trabajo debido a situaciones de “envidia” o se comprometan a “destrabarle” relaciones de pareja.

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Afirma que rara vez emprende algo importante en su vida sin una visita a la bruja de turno. Y asegura que es porque sus palabras le dan confianza.

Difícil saber si la gente se ha vuelto crédula o si la necesidad de alimentar la esperanza es tan fuerte que, contra lo que indicaría el sentido común, resulta lógico desconfiar de casi todo el mundo pero creer ciegamente en alguien que no puede mostrar diploma de ninguna universidad, basa su conocimiento en tradiciones orales y para cumplir su labor invoca poderes sobrenaturales.