Extranjeros

María Rosa Beltramo

En 2016, Miguel Angel Pichetto militaba aún en las filas del peronismo cuando generó el primero de los conflictos con la colectividad peruana. 

Diagnosticó, el ahora auditor general de la Nación y candidato a diputado del PRO, que "el problema en Argentina es la cultura igualitaria" que había ocasionado que "las principales villas de la Argentina están tomadas por peruanos".

Y eso porque según él, Lima había resuelto sus problemas de inseguridad transfiriéndonos "el esquema narcotraficante" y acá, de puro descuidados, negligentes o bondadosos incorporamos "toda esa resaca".

El embajador peruano, distintas organizaciones representativas del país hermano y el Instituto contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo le reclamaron explicaciones al exsenador que entonces se llamó a silencio. Pero siete años después volvió por sus fueros, en versión recargada, para insistir en el peligro de la conexión peruana.

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No es extraño que la proximidad de la concurrencia a las urnas agite los fantasmas del extranjero como riesgo para los nacionales. A medida que se acercan las elecciones, algunos optan por olvidar el preámbulo de la Constitución, la hermandad latinoamericana y prefieren suspender hasta nuevo aviso las consabidas referencias históricas a que descendemos de los barcos.

O tal vez lo que hacen es establecer distintas categorías de inmigrantes porque los que hoy tratan de delincuentes a los que llegaron al país corridos por la pobreza o la intemperancia política, tienen apellidos que permiten ubicarlos como descendientes directos de aquellos que arribaron a nuestras costas a fines del siglo XIX o principios del XX.

A los desposeídos de esa época no sólo les hicieron un lugar bajo el cielo argentino; a miles de ellos se les brindó además la posibilidad de créditos blandos que los convirtieron en propietarios. El estatus que alcanzaron los que venían de Italia ,España, Polonia, Alemania o Israel y de otra veintena de países es atribuído con frecuencia a su extraordinaria aptitud laboral.

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Eso es real, pero explica una parte de la historia. Lo que está claro es que además les facilitaron las cosas para que prosperaran. La mayoría de los que hoy hacen el camino inverso deben contentarse con mucho menos. Y podrían trabajar de sol a sol, pero es improbable que el que hoy saque el pasaje a Amsterdam, en 50 años pase a formar parte de la Sociedad Rural de los Países Bajos.

Igual que Pichetto pero en otro ámbito, Patricia Bullrich puso el grito en el cielo al alertar sobre la situación de las universidades. La candidata a presidenta dictaminó que "están vacías de alumnos argentinos porque casi la mitad de la matrícula la ocupan alumnos extranjeros que vienen y toman esos lugares".

Después le aclararon que la matrícula de extranjeros no llega al 5%, de modo que pidió disculpas. Pero para conservar la última palabra, sostuvo que el problema es serio porque el 50% de los chicos no termina la secundaria y solo el 12 % ingresa a la Universidad.

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En auxilio de su compañera de fórmula acudió Luis Petri, con un discurso algo más cuidado, pero siempre con los de afuera como amenaza. El mendocino evitó analizar el presunto liderazgo de los villeros narcotraficantes o la matriculación universitaria foránea, pero apuntó a los tours sanitarios de gente que se hace atender en nuestros hospitales y regresa luego a su país de origen.

El hombre que aspira a convertirse en vicepresidente no dio cifras, pero consideró que la situación tiene suficiente peso como para calificarla de grave y -enfatizó- para colmo de males, no los convoca una urgencia sino alguna clase de cirugía estética.

Es preocupante visualizar a los de afuera como perpetua fuente de problemas en un país que es fruto de la inmigración. En el Censo Nacional de 1914, el 49 por ciento de la población de la hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires, era extranjera.

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En esa época eran objeto de sospechas como las que hoy evidencia Pichetto los parientes pobres del auditor que, es cierto, no habían fundado todavía villas de emergencia pero desbordaban los conventillos.

Antes y ahora tiene plena vigencia el artículo 25 de la Constitución Nacional que, inspirado en escritos de Sarmiento y Alberdi, establece que el gobierno federal "fomentará la inmigración europea y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias e introducir y enseñar las ciencias y las artes".

La historia ya ha consignado que además de ese modelo perfecto de inmigrante sabelotodo, a estas tierras llegaron miles que como casi todos los que abandonan el suelo en el que nacieron, huyen de la persecución y el hambre.

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