Miedo

María Rosa Beltramo

Uno de los desafíos de las autoridades sanitarias es lograr que una sociedad cansada, llena de dudas y bastante desmotivada, continúe respetando los protocolos básicos para que la pandemia de la Covid-19 comience a ceder. Hay coincidencia en que cualquier plan pequeño o ambicioso, depende en buena medida de la responsabilidad individual. La clave, entonces, era mejorar la comunicación para convencer a la gente que debe seguir usando barbijo, lavarse las manos con una frecuencia casi obsesiva, respetar la distancia social y evitar las aglomeraciones.

En esta época caracterizada por la estelaridad de los infectólogos, los publicitarios no han elaborado una sola pieza lo bastante significativa, impactante o emotiva como para que la recordemos como a cualquiera de esas que atesoramos en la memoria y que fueron pensadas para vender cerveza o televisores en tiempos de mundial.

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El confinamiento no parece haber ayudado a los creativos. Como nunca, en un país de ingenio inagotable, el material referido a la pandemia ha tenido hasta errores gramaticales, como aquel spot en el que le agradecían a alguien “por no ser familiero” cuando pretendían elogiarlo porque pese a ser “familiero” estaba dispuesto a dejar a los suyos para cumplir con su deber.

Ahora cuando tantos amenazan con disponer unilateralmente el retorno a la normalidad llegó el primero de los avisos que, al menos, ha generado cierta polémica. La indiscutible ventaja es que es de bajo costo porque sólo tuvieron que imaginar breves diálogos. Emplearon un banco de imágenes y seleccionaron algunas registradas en la lejana Tailandia.

El spot dura segundos y muestra la escenografía característica de la terapia intensiva. Líneas coloridas se mueven en un par de monitores, el fuelle gris de un respirador sube y baja como en cámara lenta, una mano descansa sobre las sábanas. Y en el silencio de la sala se oye la conversación de gente que no se encuentra allí.

Un hombre que le dice a una mujer “amor…la cuarentena ya fue…ya está”, otro que parece dirigirse a su hermana para recordarle que el padre de ambos cumple 70 y que algo hay que hacer porque es una ocasión única. Y un tercero que comenta alegremente que puede circular sin temor por lugares donde no hay controles. También se jacta de su habilidad alguien que afirma que puede salir con un permiso para cuidar a la madre y finalmente otro que planea una “reunioncita “ en la oficina. El mensaje es clarito; sobre fondo celeste aparecen dos frases: “seamos responsables” y “seguí cuidándote”.

Un conductor televisivo de los que atraviesa por su mejor momento se indignó y pidió que no lo aterroricen con esas imágenes. A decir verdad, no han usado muertes, ni sangre, ni gritos de dolor. Solo la terapia intensiva. Por supuesto, plantearse esa posibilidad asusta a cualquiera. Sobre todo a los que se han acostumbrado a ver en la tele a algunos famosos que son asintomáticos y otros que apenas han experimentado un leve malestar muscular y emergen de la cuarentena perfectos y más delgados.

Cualquiera que esté atento a los dos informes diarios de las autoridades de salud debería saber que hay miles que no han tenido la fortuna de esquivar al virus ni han logrado que la Covid-19 los visite y les deje plasma enriquecido y ningún dolor. No es malo el recordatorio si todavía hay tiempo de cuidarse.

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