Prejuicios, de acá a la China

María Rosa Beltramo

El bolso, confeccionado con materiales reciclados, luce en el brazo de la recién casada con una leyenda, por lo menos, llamativa: “Hasta que la China nos separe”. Lo diseñaron y lo pusieron a la venta dos emprendedoras que tienen un taller de costura en Fuerte Apache, le dan trabajo a mujeres vulnerables y disfrutan de una clientela súper cool.

Un par de días antes, cuando el escándalo que involucró a Mauro Icardi, Wanda Nara y La China Suárez estaba en plena efervescencia, un periodista que transita los 40 y tantos y se esfuerza por mantenerse dentro de la corrección política, buscaba la complicidad de sus compañeros de micrófono mientras se declaraba dispuesto a sostener un cartel que dijera “Señorita Suárez, yo también soy un hombre casado”. Poco después se conocería que ni siquiera la idea era suya; se había limitado a reproducir un meme de los muchos que circularon en torno al tema del triángulo amoroso que acaparó la atención nacional durante dos o tres jornadas.

“Es sólo humor” dijeron en ambos casos ante quienes cuestionaron esas consignas que responsabilizan a Suárez de la crisis del matrimonio entre el futbolista y su representante. No debería llamar la atención el intento de hacer reír con el tema en un país donde hace 15 años otros emprendedores imaginativos pusieron a la venta remeras que avisaban “Yo no estuve con Norita”.

Y eso que había que hacer un esfuerzo titánico para buscarle el costado gracioso al femicidio de Nora Dalmasso y tratar de convocar a la risa con la sentencia que aludía a su supuesta promiscuidad. En 2006 los asesinatos de mujeres por su condición de tales no tenían una designación especial y tampoco una consideración específica. Los medios se lanzaron a buscar al homicida y fuentes casi siempre anónimas le atribuyeron a la empresaria riocuartense tres vínculos sentimentales fuera del matrimonio. Ese número habilitó la frase que tuvo destino de remera.

¿Ha cambiado la sociedad en los últimos 15 años?. Hay otros protocolos para tratar esos temas y es improbable que un diario se anime a calificar un femicidio de crimen pasional, pero apenas se retira el barniz que la modernidad le ha dado al lenguaje, aparecen, rozagantes, los mandatos culturales de siempre.

Y los repiten hombres, mujeres y jóvenes de cualquier condición. “rompe hogares”, “come hombres”, “zorra” son insultos de otra época pero se siguen usando en esta. Igual que hace 200 años los hombres son seres sometidos a su deseo y a la dictadura de la carne y las mujeres frías manipuladoras que a la vuelta de la esquina les pueden arruinar la vida.

La responsabilidad que se le atribuye a la mujer en este tipo de entuertos es tan transparente que cuando los medios salieron a pedirle a la gente que señalara al culpable, le preguntaban a qué equipo pertenecían: “team Wanda” y “team China”. ¿Y Mauro?. Bien, gracias. Volviendo a los entrenamientos y esperando que las chicas lo dejen en paz.