María Eugenia, la paloma

Adrián Simioni

En la presentación de su libro, hace una semana, Mauricio Macri dijo que en Juntos por el Cambio eran necesarios todos para vencer al kirchnerismo: los halcones, las palomas y “hasta los gorriones”.

En Córdoba, María Eugenia Vidal, ex gobernadora de Buenos Aires y una de las cartas electorales fuertes de Juntos por el Cambio, dejó claro que vuela en la escuadra de las palomas.

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Ante el auditorio de la Fundación Mediterránea se hizo una pregunta retórica, con una respuesta implícita que difícilmente compartan Macri y la llamada “ala dura” de Juntos por el Cambio.

“¿Qué importa, qué importa de quién es la culpa de cómo estamos los argentinos? ¿resuelve algo del problema de los argentinos, cambia algo saber que la culpa es de Cristina, que la culpa es de Mauricio, no cambia nada. La realidad no se cambia encontrando culpables. A veces siento que algunos líderes políticos argentinos están todo el tiempo hablando del presente y del pasado. Lo que no creo que hay mucho es espacios de discusión sobre el futuro”.

Suena lógico. Pero la bondad de las palomas amarillas implica también un dilema. Si se es una paloma, se supone que hay voluntad de buscar el consenso, de negociar, de llegar a acuerdos con los opositores. El problema es qué negociar con el kirchnerismo, con un partido político que, en lo profundo, tiene la voluntad declarada de construir un hegemonismo reñido con la república, la democracia y la economía de mercado que ha sacado de la pobreza a media humanidad. Y que en lo superficial y más inmediato tiene la necesidad de avanzar sobre la Justicia para garantizar la impunidad que exigen la líder del movimiento y buena parte de sus funcionarios.

Está todo lindo con las palomas. La pregunta del millón es si en la Argentina tienen espacio para volar.