Ocho años y ninguna certeza

Adrián Simioni

Esta madrugada se van a cumplir ocho años de la escandalosa muerte del fiscal federal Alberto Nisman. Ocho años después ni siquiera sabemos si el fiscal se suicidó o si fue asesinado.

Las circunstancias no podrían ser más dramáticas. Nisman era el encargado de investigar el atentado contra la AMIA, el mayor atentado terrorista de la historia de un país con una gigantesca historia terrorista.

La Justicia argentina ya había definido que los autores de aquel atentado habían sido ciudadanos iraníes, algunos de ellos jerarcas del régimen teocrático de Teherán. 

Sin embargo, el gobierno de la entonces presidenta Cristina Fernández firmó un pacto secreto con Irán que, en los hechos, implicaba facilitar la impunidad de los acusados y, por ende, violar la independencia de la Justicia que los había señalado como responsables. 

Ocho años después Cristina Fernández sigue sin poder dar una explicación lógica sobre por qué y para qué se firmó ese acuerdo. Es un misterio. Lleno de sospechas. El pacto se conoció posteriormente. 

Nisman acusó entonces a Cristina de querer encubrir el atentado. Fue un escándalo. Nisman fue citado a declarar al Congreso. No llegó. Horas antes de esa cita en el Senado y apenas 4 días después de haber denunciado a la expresidenta fue hallado muerto.

Todos los que vivimos aquellos hechos supimos, en el instante mismo en que trascendió el hallazgo del cadáver de Nisman en su baño, que nunca conoceríamos la verdad. Como pasa casi siempre en Argentina.

Efectivamente, todo fue un desastre. La actuación policial, la de la justicia, la falta de preservación de la escena del crimen, la infiltración total de servicios de inteligencia completamente fuera de control sobre jueces, magistrados, policías, políticos y asesores.

Fue otra verdad que huyó por la canaleta, como el propio atentado contra la Amia que originó todo esto: han pasado casi 29 años desde la voladura de esa institución en la que fueron asesinados 85 argentinos, pero seguimos sin saber nada. 

Seguimos ciegos, a tientas y a oscuras en nuestro país impune de cada día.