Putin, en la senda de Pedro el Grande

Marcos Calligaris

Este viernes 15 de marzo comenzaron las elecciones presidenciales rusas en la península de Kamchatka, que finalizarán el domingo en el enclave de Kaliningrado, y en las que se espera que sufraguen más de 110 millones de ciudadanos y otros 6 millones de territorios ocupados.

Las elecciones se desarrollan bajo la sombra de una reelección asegurada para Vladímir Putin, quien cuenta con una popularidad del 78,8 %, según un sondeo realizado por el oficialista Centro de Estudio de la Opinión Pública (Vtsiom).

De retener el poder, el líder ruso permanecería en el Kremlin hasta 2030, acumulando 30 años en el poder político, superando a cualquier otro líder ruso o soviético desde los tiempos del zar Pedro el Grande, a quien admira.

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Pedro el Grande, cuyo nombre completo era Pedro I Alekséievich, reinó con poder absoluto entre 1682 y 1725 (42 años), y se lo recuerda por haber encarado un proceso de modernización y occidentalización que transformó a Rusia en una de las principales potencias europeas.

Fue este zar de la dinastía Romanov quién expandió las fronteras rusas, ordenó la creación de la fabulosa San Petersburgo y la estableció como la nueva capital del imperio.

En esa "ventana hacia Europa" conocida como la "Venecia del Norte", donde brillaron músicos de la talla de Shostakovich, Prokofiev o Tchaikovsky, nació el 7 de octubre de 1952 Vladímir Vladimírovich Putin, quien por esas cosas del destino terminaría ejerciendo un papel determinante en la política rusa desde finales del siglo XX.

Además de su prolongada estancia en el poder, Pedro el Grande y Putin comparten la ambición de transformar a Rusia en un país occidental, moderno y con influencia global.

Ambos trabajaron en la modernización del Ejército, en el desarrollo de la industria y la tecnología, y tenían en común un profundo deseo expansionista que llevaron a la práctica.

El zar logró extender las fronteras el Imperio ruso, ganando territorios en el mar Báltico tras la Gran Guerra del Norte, y buscó acceso al mar Negro a través de campañas militares en el sur.

Putin, por su parte, se anexionó Crimea, avanzó sobre buena parte de Ucrania y políticamente sobre Bielorrusa, mientras insiste en reivindicar las "fronteras históricas" de la Madre Rusia.

Resultado cantado

Las elecciones presidenciales de este fin de semana son las octavas de la historia de Rusia y se desarrollán sin expectativas de un cambio significativo, con un Putin omnipresente que ha logrado silenciar a la mayoría de sus rivales y ha consolidado su control sobre el sistema político.

Las primeras elecciones directas en el país tuvieron lugar el 12 de junio de 1991, y fueron ganadas por Boris Yeltsin, quien posteriormente cedió el poder a Putin en 2000.

Desde entonces, este dirigente ex KGB se convirtió en amo y señor del país más grande del mundo, y ha cimentado su actual campaña en la promesa de cumplir sus objetivos en Ucrania, presentando el conflicto como una lucha contra Occidente por la supervivencia de la nación y sus ciudadanos.

Nadie le hace sombra en intención de voto. Vladislav Davankov, del partido Gente Nueva, y Nikolái Jaritónov, del partido comunista, tienen aproximadamente el 6 % de respaldo, según las encuestas, mientras que el ultranacionalista Leonid Slutski cuenta con alrededor del 5 % de apoyo.

Tras el fallecimiento en la cárcel del líder opositor Alexéi Navalni, sus seguidores, quienes culpan directamente a Putin, instaron a los países occidentales a no aceptar los resultados de las elecciones. Mientras tanto, lo que queda de la oposición busca resistir ante el aumento de presos políticos, llamando a sus partidarios a manifestarse durante estas jornadas electorales, como una forma de protesta contra Putin.

Todo esto, en el contexto de una guerra empantanada. Ucrania, que no reconoce la legitimidad de los comicios rusos en su territorio, ha llevado a cabo en las últimas horas varios ataques con drones a gran escala contra Rusia, además de incursiones fronterizas en las regiones de Bélgorod y Kursk.

Con los resultados preliminares que indican un amplio apoyo al mandatario ruso, parece claro que el panorama político de Rusia y la región permanecerá prácticamente inalterado.

Las elecciones terminarán por reforzar la posición de Vladímir Putin como figura dominante de la política de Rusia, casi como un reflejo de la estabilidad política y el control centralizado que caracterizó al reinado del zar Pedro I.

Pedro el Grande murió en San Petersburgo el 8 de febrero de 1725 por una infección en la vejiga y fue sucedido por su esposa, Catalina la Grande. Tras la muerte de Catalina dos años más tarde, el ascenso de su nieto Pedro II provocó un período de inestabilidad. Pero las reformas de Pedro el Grande mantuvieron a Rusia en una sólida posición internacional.

Todo parece indicar que Putin permanecerá en el poder hasta que su salud se lo permita. Lo que no está claro para nadie, incluso en la misma Rusia, es qué sucederá el día después.