Saboteadores y corruptos en Intercargo: fotos de la Argentina inviable

Adrián Simioni

Recientemente, la viralización de un video donde dos maleteros de la empresa estatal Intercargo demoran intencionalmente la descarga de valijas de un avión pone de manifiesto un problema más profundo en nuestra estructura estatal. Este acto de sabotaje, que resulta increíble y exasperante, lleva a la acción del gobierno que despide a estos dos empleados y a otros tres que, hace tres meses, fueron detectados abriendo valijas. La policía aeroportuaria, al observar este comportamiento, denuncia a estos corruptos, quienes coleccionaban candados como trofeos de sus fechorías.

Intercargo, como monopolio estatal, se presenta como una herramienta diseñada para el mal. Su rol negativo en la industria aérea se vuelve evidente al ser la única empresa que puede manejar las rampas y las valijas en los aeropuertos. Aunque las aerolíneas grandes, como Aerolíneas Argentinas, pueden optar por no contratar a Intercargo y formar su propio servicio, las aerolíneas más pequeñas se ven atrapadas en un sistema que les resulta costoso y poco eficiente. La lógica de permitir que cualquier empresa, ya sea de una aerolínea o independiente, brinde este servicio a varias aéreas se vuelve evidente, ya que esto podría desmantelar el poder que Intercargo tiene sobre el sistema.

El problema sistémico de Intercargo se agrava por su relación con el complejo estatal, que incluye a Aerolíneas Argentinas y la ANAC. Intercargo ha actuado como un obstáculo para la competencia, utilizando cualquier excusa para perjudicar a las aerolíneas privadas y proteger sus propios intereses. Esto no solo afecta a las empresas aéreas, sino que también repercute en los pasajeros y en la economía en general.

La falta de control interno es alarmante. El sabotaje de los maleteros fue descubierto gracias a una pasajera que los filmó, y los corruptos fueron detectados por la policía, no por la empresa misma. Esto refleja un problema de diseño en la jerarquía de las empresas estatales, donde la corrupción y la ineficiencia se perpetúan. En un entorno donde nadie enfrenta consecuencias por sus acciones, se crea un falso principio de solidaridad laboral que silencia a los empleados honestos y fomenta la complicidad entre los corruptos.

La lógica de "una mano lava la otra" se convierte en una norma, donde el rendimiento se ve afectado y la corrupción se normaliza. La casta de trabajadores que se forma en estas empresas estatales genera más daños que beneficios, y el destino de Intercargo parece estar marcado por la privatización o la liquidación, ya que su diseño está destinado al fracaso.

La experiencia con Aerolíneas Argentinas, que fue privatizada tras haber sido vaciada, sirve como un recordatorio de que las empresas estatales pueden ser insostenibles. La historia demuestra que no se puede afirmar que cualquier empresa, sea estatal o privada, funcione adecuadamente. La realidad es que hay estructuras estatales que están condenadas a no funcionar bien, y el caso de Intercargo es una prueba palpable de ello.

La inacción durante 20 años por parte de la Cámpora para hacer funcionar adecuadamente a Aerolíneas e Intercargo deja claro que no se trata de falta de capacidad, sino de una falta de voluntad para realizar cambios significativos. Estas son las imágenes de una Argentina inviable que necesitamos borrar de nuestro álbum. Es hora de reflexionar sobre cómo podemos transformar este sistema para que realmente sirva a los ciudadanos y no a intereses particulares.