Silvina, que es Cristina

Julio Perotti

Más de un día de indefinición.

Y la increíble noticia de que un Presidente habla con su vicepresidenta, pero por teléfono.

El resultado: la designación contrarreloj de una ministra de Economía en reemplazo del renunciante Martín Guzmán, la pieza de caza más preciada que se ganó Cristina Fernández después de mucho tiempo de cacería.

Durante todo el domingo se habló de que la salida de Guzmán iba a detonar una recomposición general del gabinete, con Sergio Massa como figura central, pero hasta la medianoche nada de eso se había conocido.

Si lo que intentan es recomponer la confianza de los mercados, sólo el nombre del ministro no parece ser suficiente.

Menos todavía, si como se especula, la designación de Silvina Batakis es una decisión de Cristina Fernández, que Alberto Fernández debió aceptar como una más de las imposiciones que recibió y que recibirá.

/Inicio Código Embebido/

Mirá también

Cambios en el gabinete

Silvina Batakis será la nueva ministra de Economía

/Fin Código Embebido/

A los 54 años, Silvina Aída Batakis (Río Grande, 27 de diciembre de 1968) tiene como antecedente haber sido ministra de Economía de la Provincia de Buenos Aires entre 2011 y 2015 durante la gestión de Daniel Scioli.

Ahora bien. ¿Y las medidas? Eso es lo que condicionaba Cristina de Guzmán.

No se sabe si la comunicación de esta noche entre Cristina y Alberto fue para tratar el nombres o las líneas económicas futuras.

Después de sus discursos quedó claro que nada de lo que se hacía hasta ahora era lo que ella pensaba.

Como cuestión central, el acuerdo con el FMI, que Guzmán decidió sostener hasta que debió claudicar.

En la agenda están otros temas graves para los argentinos: inflación, valor dólar, control de gastos y repercusión en los planes sociales.

¿Qué le queda de poder a Alberto Fernández? Casi ningún timbre responderá a su llamado.

La imagen presidencial se pulverizó del todo en medio de esta crisis.

Si lograse domar las variables económicas, Batakis sólo le permitiría a Alberto Fernández transitar lo que le queda de mandato sin estar hostigado por quien lo puso en el lugar.

O sea, en 525 días –o lo que es lo mismo 1 año, 5 meses, y 7 días– su sueño y sus pesadillas habrán terminado.