Trump y Putin negocian solos: energía, historia y realpolitik en juego
La exclusión de Europa y Ucrania en las negociaciones entre Trump y Putin genera inquietud. Analizamos las razones detrás de esta estrategia y su posible impacto en la seguridad y energía global.
21/02/2025 | 08:17Redacción Cadena 3
Desde que Donald Trump y Vladímir Putin acordaron abrir un canal de negociación para poner fin a la guerra en Ucrania, el mundo ha quedado expectante ante un dato clave: Europa y el propio gobierno ucraniano han sido excluidos, al menos en esta primera etapa, de la mesa de diálogo.
Esta decisión ha generado alarma entre los aliados occidentales, quienes temen que Washington ceda demasiado terreno a Moscú sin consultar a Kiev ni a Bruselas.
Mientras el presidente francés, Emmanuel Macron, y otros líderes europeos intentan posicionarse en el debate, el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, ha tratado de calmar las aguas asegurando que Ucrania y la UE serán incorporadas en un futuro.
Sin embargo, la pregunta central sigue sin respuesta: ¿por qué Trump ha decidido negociar en solitario con Putin? En esta columna, exploraremos las posibles razones detrás de esta estrategia y sus implicancias en el escenario internacional.
La reconfiguración de prioridades estratégicas
Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha oscilado entre períodos de intervencionismo activo y repliegues estratégicos.
La política exterior de Trump se podría enmarcar en la tradición del pragmatismo transaccional, similar a la "Doctrina Nixon", que buscó reducir la presencia militar directa en conflictos externos para delegar responsabilidades en aliados regionales.
Su énfasis en la contención de China como principal adversario estratégico podría explicar su disposición a alcanzar un entendimiento con Rusia, relegando el conflicto ucraniano a un plano secundario.
Históricamente, la realpolitik ha llevado a acuerdos que reconfiguran alianzas globales.
Un ejemplo paradigmático es la visita de Richard Nixon a China en 1972, un movimiento que debilitó el bloque comunista y cambió el curso de la Guerra Fría.
De manera análoga, una distensión con Moscú podría estar dirigida a desarticular la creciente asociación estratégica entre Rusia y China, aunque los resultados en el largo plazo sean inciertos.
Europa ante el desafío de su propia seguridad
Uno de los efectos colaterales de una política de distanciamiento de Washington en la crisis ucraniana podría ser también la presión sobre Europa para reforzar su propia capacidad defensiva.
En la Guerra Fría, la OTAN dependió en gran medida del respaldo estadounidense para contener a la Unión Soviética.
No obstante, Trump ha sido crítico de los gastos militares europeos y ha abogado por una mayor autosuficiencia de la región, una postura que resuena con el pensamiento de varios líderes republicanos en el pasado, que advertían sobre la excesiva dependencia de los aliados en la seguridad proporcionada por Estados Unidos.
Si Estados Unidos se aparta del conflicto en Ucrania, los países europeos se verán obligados a incrementar su presupuesto en defensa.
Alemania ya ha dado pasos puntuales en esa dirección con su "Zeitenwende", una reorientación de su política militar tras la invasión rusa de Ucrania.
De todos modos, este proceso de adaptación tomará tiempo y podría generar tensiones dentro de la Unión Europea, donde los intereses nacionales en materia de seguridad no siempre coinciden.
El factor energético
La crisis energética que ha acompañado la guerra en Ucrania ha beneficiado a ciertos actores estratégicos.
La reducción de la dependencia europea del gas ruso ha fortalecido la industria estadounidense del gas natural licuado (GNL), permitiendo a Washington consolidar su presencia en el mercado energético europeo.
Un acuerdo entre Trump y Putin que no restablezca completamente los vínculos energéticos entre Rusia y Europa favorecería la continuidad de esta nueva dinámica comercial, consolidando la influencia estadounidense en la seguridad energética del continente.
Este enfoque tampoco es nuevo. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos utilizó su influencia sobre los mercados energéticos globales para debilitar a la URSS.
En los años 80, la administración de Ronald Reagan fomentó acuerdos con Arabia Saudita para aumentar la producción de petróleo, lo que provocó una caída drástica en los precios y afectó gravemente la economía soviética, dependiente de sus exportaciones energéticas.
Hoy, la competencia por el control de los mercados energéticos sigue siendo un factor clave en la geopolítica mundial.
El papel de Arabia Saudita y la diplomacia multipolar
Hablando de Arabia Saudita, la elección de Riad como sede del encuentro entre Trump y Putin no es un dato menor.
El reino saudí ha intentado posicionarse como mediador en conflictos de alto perfil, reforzando su papel en la diplomacia internacional, similar a como Egipto buscó reconocimiento en su momento bajo Anwar Sadat, aunque en un contexto diferente.
A través de su influencia en la OPEP+, Arabia Saudita ha demostrado que puede incidir en la economía global, lo que lo convierte en un interlocutor clave en cualquier negociación que involucre a potencias energéticas.
Además, la relación personal de Trump con la monarquía saudí agrega un matiz pragmático a la elección de la sede.
Durante su administración, el expresidente cultivó lazos estrechos con Riad, promoviendo ventas de armamento por miles de millones de dólares y respaldando su agenda regional, incluso en conflictos como Yemen y en su disputa con Qatar.
Este alineamiento contrasta con el enfoque más distante de la administración Biden, aunque este último también buscó recomponer la relación por razones estratégicas.
Las lecciones de la historia
La historia advierte en diversas ocasiones sobre los riesgos de excluir a los actores principales en negociaciones de alto impacto.
En 1938, el Pacto de Múnich, que cedió los Sudetes a Hitler sin la participación de Checoslovaquia, no evitó la guerra, sino que la aceleró.
De manera similar, el Tratado de Versalles de 1919, al imponer duras condiciones a Alemania sin su participación real, alimentó un resentimiento que contribuyó al ascenso del nazismo y, finalmente, a la Segunda Guerra Mundial.
Estos precedentes demuestran que un acuerdo sobre Ucrania sin la presencia de Kiev y Europa no solo podría debilitar la confianza en Occidente, sino también sentar un peligroso precedente para futuras disputas territoriales.
En última instancia, la posibilidad de un pacto entre Trump y Putin sin la intervención o con la mínima participación de Europa ni de Ucrania es un reflejo de una tendencia recurrente en la política internacional: la búsqueda de soluciones rápidas y transaccionales con beneficios inmediatos, pero que, sin un compromiso a largo plazo, pueden terminar abriendo caja de pandora.
Estas son, posiblemente, las claves que explican esta jugada de Trump, que ha desconcertado, literalmente, a medio mundo.