Crónicas del país irreal

Adrián Simioni

1- El Banco Central llama a licitación para vender casi un millón de kilos de monedas acuñadas y no acuñadas. Vale más el metal que el valor de la moneda. Una moneda de 1 peso cuesta 6. El problema es que es como tener a Renault y Fiat mandando sus autos a la chacarita y no a los concesionarios. En el país excéntrico, el Banco Central es un chatarrero que destruye sus propias monedas. Pero el dato importante a retener es este alejamiento del principio de realidad: en Argentina ya no es negocio ni siquiera imprimir dinero.

2- En el país insólito, los autos, a medida que los usás y los gastás no valen menos, sino que valen más. Según datos de la Cámara de Comercio Automotor, desde el mes anterior a la pandemia el precio de los autos usados subió 56% por encima de la inflación, 44% en dólares y más del doble que los 0km. Con lo cual invertir en coches viejos fue la mejor inversión por lejos en el país sin importaciones, el país desabastecido donde faltan autos nuevos y, si existieran, no tendríamos salarios con los cuales comprarlos. Así que vamos todos al usado y el precio se dispara.

Pero acá lo importante es retener esto: en nuestra realidad, el tiempo ha dejado de fluir hacia adelante está empezando a marchar hacia atrás. Los autos son una especie de Benjamin Button que, en lugar de envejecer y depreciarse con el tiempo, son cada vez más nuevos -incluso más nuevos que los autos nuevos- si lo juzgamos por lo que cuestan.

3- Por último, el país excéntrico en el que el reality de Gran Hermano se confunde cada vez más con la realidad de Gran Alberto, el presidente virtual, casi tan irreal como un show televisivo. Ayer, Alfa, un sesentón que está dentro de la "casa", dijo tener conocidos comunes con el presidente y aseguró que Alberto Fernández lo coimeó "varias veces", por supuesto sin aportar pruebas ni nada por el estilo. El gobierno, lejos de ignorarlo, trató a Alfa como si se hubiese tratado de un líder opositor. Con un sesudo hilo de Twitter la vocera presidencial, Gabriela Cerruti, negó que el tal Alfa lo conozca a Alberto, y pidió al programa una rectificación.

La verdad, si el Presidente se siente ofendido podría iniciar acciones legales, pero en silencio, sin otorgarle la centralidad que acaba de darle a Walter Santiago, que debe su apodo Alfa al hecho de haber tenido una concesionaria de autos de lujo, un detalle que hace las delicias de quienes han comparado desde su asunción como presidente a Alberto con, precisamente, un vendedor de autos usados.

En el país más raro del mundo, hace rato que nos cuesta distinguir la realidad del reality. Y a Alberto Fernández, al fin y al cabo, es uno de los nuestros.