Dormimos mal y poco

Fernando Genesir

Me gustaría reflexionar sobre un tema que nos atañe a todos: el sueño. La realidad es que, en términos generales, podemos afirmar que dormimos mal y dormimos poco. Esta no es solo una problemática de Argentina, sino que parece ser un fenómeno global. La falta de sueño se ha convertido en una cuestión que merece atención y análisis.

Recientemente, en España, diversas sociedades científicas, sanitarias y asociaciones de pacientes se unieron en una iniciativa llamada "Alianza por el Sueño". Este movimiento ha llevado a sus integrantes a solicitar al gobierno español que se implemente una estrategia nacional del sueño. La preocupación es clara: la gente duerme cada vez menos y peor. En un contexto donde el trabajo y la hiperconexión dominan nuestras vidas, el sueño se ha relegado a un segundo plano.

La Alianza por el Sueño ha planteado que es necesario legislar para cambiar la cultura del sueño. Esto incluye revisar horarios laborales, horarios escolares y, en definitiva, cómo organizamos nuestro tiempo. Es alarmante pensar que en una sociedad tan ocupada, el sueño se vea como algo prescindible, como si pudiéramos recuperarlo con una siesta o durante el fin de semana. Sin embargo, esta idea es errónea; dormir mal no se soluciona con un par de horas extras de descanso ocasional.

En este sentido, quiero compartir una reflexión de Carlos Egea, un experto en sueño, que me parece pertinente. Él sostiene que la cama debe ser utilizada únicamente para dormir y para tener sexo. Esta afirmación, que puede sonar radical, nos invita a reconsiderar cómo estamos utilizando este espacio tan íntimo. La cama, en muchos hogares, se ha transformado en un lugar multifuncional donde se trabaja, se come e incluso se ve televisión. Pero Egea plantea que, para recuperar el sueño de calidad que todos necesitamos, deberíamos restringir su uso a sus funciones primordiales.

Es un llamado a la reflexión sobre nuestras rutinas y hábitos. En un mundo donde la productividad y la conexión constante son la norma, quizás sea hora de replantearnos nuestras prioridades. La cama es un lugar sagrado que deberíamos reservar para el descanso y la intimidad, no para las distracciones del día a día.

Así que, en esta previa de primavera, les dejo esta inquietud. ¿Estamos dispuestos a cambiar nuestra relación con el sueño y a darle la importancia que realmente merece?