Netflix reconstruyó un caso horrendo como el de Tenerife

“Es lo mejor que me pasó en la vida” dice Shannann después de dar el sí mientras baila con Chris, su flamante marido. El padre de ella mira la escena desde lejos y, directo a la cámara, asegura “no puedo imaginarme un yerno mejor”. Esas imágenes tienen un par de años y se mezclan con otras actuales. El marido, más delgado, recorre la enorme casa que comparte con su mujer y sus dos pequeñas hijas, Bella y Celeste. Las tres han desaparecido sin dejar huella.

Así arranca el documental de Netflix “El caso Watts: el padre homicida” que sacudió a la población de Colorado, en Estados Unidos, hace tres años y que se ha visto dramáticamente reactualizado ahora por lo ocurrido en Tenerife, España, donde Tomás Gimeno, de 37 años, asesinó a sus hijas Anna y Olivia, de 1 y 6 años y las arrojó en bolsas de basura al mar, donde un robot permitió ubicar el cuerpo de la más pequeña.

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Como Gimeno, Watts es un hombre joven y apuesto que en los videos recuperados de los archivos policiales parece más desconcertado que temeroso. Es una amiga de su esposa la que tras intentar infructuosamente comunicarse y no conseguirlo termina dando aviso a la policía.

El documental está atravesado de principio a fin por los rostros felices y sonrientes de las nenas comiendo la papilla, haciendo monerías, jugando con su padre, sin una sola nube en el horizonte familiar. Solo el interrogatorio policial al que es sometido Watts interrumpe la apariencia idílica de una pareja que tiene una vida armónica y un grupo que está a punto de agrandarse con la llegada de un nuevo hijo. Al momento de la desaparición Shannann cursaba la décimo quinta semana de embarazo.

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El intercambio de mensajes entre el matrimonio, recuperado de los teléfonos de ambos,muestra desinteligencias y reclamos de ella por el presunto desamor de él. Sin embargo, al menos en el chat, el le pide que regrese de unas vacaciones que ella se toma con las niñas en Carolina del Norte,y le jura que la ama y la extraña.

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La parte medular del documental pasa por el cuestionario que la policía le plantea a Watts. Como si estuvieran en un bar y fueran amigos de toda la vida, hablan de bueyes perdidos y también del trabajo de él en una petrolera, de la cantidad de kilos que bajó, de que tal vez alguna compañera ha comenzado a mirarlo con interés. El niega todo, se declara fiel y no admite nada que pueda incriminarlo.

A continuación es una mujer policía la que después de una charla breve le pregunta si acepta someterse al detector de mentiras. Y le deja claro que si de alguna manera está involucrado en la desaparición de su esposa y las niñas, es mejor que no lo haga. El hombre mantiene la negativa y, obvio, el polígrafo revela sus mentiras.

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Después la investigación se precipita. Aparece Nichole Kissinger, la novia de Chris que se ha enterado por los medios que la esposa estaba embarazada. El hombre calmado y seguro del comienzo empieza a flaquear. La película de Netflix intercala los chats de Shannann con sus amigas cuando intentaba acercarse a su marido y él la rechazaba o buscaba algo para estar siempre ocupado.

Dispuesto a seguir mintiendo, una vez que acepta haber matado a la esposa, Watts la culpa a ella de la muerte de las niñas. Finalmente la verdad se abre pasado y revela el lugar donde había ocultado los cadáveres. No hay en el documental una sola pista que insinúe que un hombre aparentemente normal, sano, amado por los suyos fuera capaz de un crimen tan horrendo.

El argumento de que Chris se había enamorado de otra mujer y quería hacer vida de soltero no alcanza para explicar la magnitud de la tragedia porque la misma noche que mató a Shannann su mujer embarazada y a las pequeñas Bella y Celeste pudo haber dejado la casa e iniciado otra historia sin más dolor que el que ocasiona un divorcio.