Una intensa película de Netflix sobre el "hambre" del éxito en la alta cocina

Por Francisco Vidal.

La crítica social sobre las diferencias de clase reflejadas en distintos rubros -en este caso la gastronomía- parece ser la clave del éxito para algunas películas recientes.

Ese interés se demostró en los últimos días en la tailandesa "Hambre", disponible en Netflix, que se centra en el ascenso de una joven cocinera en Bangkok.

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El foco está puesto en Aoy, una chica que trabaja en un humilde puesto de comida de su familia hasta que un día un joven se acera y le asegura que está para más, por lo que le ofrece probarse en "Hambre", el restaurante del chef Paul, el más prestigioso del país.

Es así que la chica entrará repentinamente en una espiral de intensidad de la que será muy difícil salir, porque además de ser el mejor, Paul es un tirano maltratador que asegura que la única forma de triunfar es que la gente tenga más "hambre" de pertenecer que de sus propios platos en sí.  

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El principal acierto de "Hambre" pasa más que nada por su intensidad, en todo sentido. La tensión se construye con los sonidos de cocina, la música, el silencio, el fuego y diversos elementos que aportan un disfrute visual que va desde los platos más perfectos a situaciones repulsivas -pero bien retratadas-. 

Los actores que interpretan a la joven Aoy (Chutimon Chuengcharoensukying) y al chef Paul (Nopachai Jayanama) logran con habilidad representar su antagonismo: el yin y el yang; el bien y el mal.

La película falla sobre todo cuando apuesta a la crítica social, con diálogos más subrayados, frases hechas sobre las dificultades para el ascenso social en ese país y una resolución que tira un poco abajo el impacto que se fue construyendo. 

De todas formas, abre el juego a reflexiones válidas -que se podrían haber abordado de manera más sutil-: los costos del éxito, lo irreal que puede ser la meritocracia y la importancia de la aprobación. "¿Es caro porque es especial o es al revés?", se pregunta uno de los protagonistas.