¿Y si contratan a un locutor y se dejan de anunciar las series?

María Rosa Beltramo

En la época de Fútbol para Todos, una parte importante de la audiencia solía quejarse amargamente de las acotaciones extradeportivas que hacía el relator Javier Vicente, quien disfrutaba de celebrar los días peronistas, invocaba a Néstor Kirchner con cualquier excusa y aprovechaba los segundos muertos mientras un jugador acomodaba la pelota en el punto del corner, para pedir el alejamiento del por entonces vicepresidente Julio Cleto Cobos.

Con la desaparición del programa que llevaba fútbol sin cargo a los hogares que pagaban el cable, se restableció la normalidad que muchos reclamaban. O sea, relatores y comentaristas que sólo hablan del mundo que empieza y termina en el rectángulo verde del campo de juego.

O más o menos. Al fin, siempre se las arreglan para publicitar solapadamente al restaurante en el que piensan saciar su apetito post match, agradecerle al amigo médico que los atendió sin turno, mandar saludos a conocidos o cargarlos por la triste perfomance de su equipo.

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Con las fusiones de los canales con las plataformas de streaming, las estrellas de la televisión vernácula han adquirido el compromiso de interrumpir el relato o el comentario mordaz sobre la habilidad del 9, con anuncios de series y películas.

Nada del otro mundo, pero son referencias tan extrañas al fútbol como la defensa de las 20 verdades peronistas en medio de un Patronato-Ñuls. Y los muchachos no siempre tienen ganas de cumplir con la obligación impuesta por la patronal.

A menudo el partido es tan malo que se muestran proclives a esas cinematográficas distracciones, pero casi siempre por el tono empleado se les detecta la molestia.

Y se nota que mucho no les convence decir que dentro de 20 días empezará una nueva serie porque ni siquiera se toman el trabajo de leer la pauta con antelación . Y así les sale. Entre bufidos-de algún modo tienen que manifestar su queja-y el apuro para no cortar el relato del único remate al arco en 10 minutos, alcanzan a nombrar la mitad del título y generalmente, mal.

Pero además de los problemas de pronunciación -que al cabo son lo de menos- y la confusión de ciertos términos, el problema mayor es el tonito. A veces parece que están dando cuenta del inicio de la tercera guerra mundial y otras más que una recomendación para que el espectador vea la serie o la película, parece que estuvieran sugiriendo que la eviten.

Nadie que esté en el negocio de la comunicación puede darse el lujo de ignorar la importancia que tiene que un mensaje lo difunda un famoso -en este caso relatores y comentaristas- pero dado el escaso entusiasmo o la impostación absoluta que suelen demostrar, sería mejor contratar un locutor/a.

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