“Fede” levantó la cabeza y miró al cielo. Sus ojos se abrieron como platos. Quedó, una vez más, embelesado. El ruido de las turbinas fue la alarma para retomar uno de sus hobbies: ver a los aviones escurrirse entre las nubes y dibujar formas invisibles e inconexas en las alturas.
El vuelo siguió su camino y se perdió en el horizonte. Sus ojos se perdieron con él. Quedó unos instantes así, embobado, como imaginándose a bordo de la cabina, siendo el pintor de esas intangibles figuras aéreas, y volvió a la realidad. La realidad era su otro gran amor. El que le quitaba horas de sueño, porque todo giraba en torno a ese amor. Ese amor era la pelota.
Federico Girotti nació un 2 de junio de 1999 en Acassuso, una localidad situada en el Gran Buenos Aires, 21 kilómetros al norte de Capital Federal. A medida que crecía, fue experimentado una gran atracción por dos elementos que suelen generar una gran atracción en los seres humanos: la pelota y los aviones.
Pero para un niño, claro está, es mucho más simple la opción de ir por un fútbol. Y así dio sus primeros pasos en el deporte rey, que lo tuvo desde chico en las categorías infantiles de uno de los dos clubes más grandes de Argentina: River Plate.
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A partir de su gran porte físico y sus cualidades naturales, se fue afianzando de a poco en las inferiores, consolidándose como goleador y referencia de área, y mamó la esencia “millonaria” siendo alcanzapelotas en épocas de la Libertadores 2015, que alzó el conjunto de Núñez.
Su gran nivel llamó la atención de Marcelo Gallardo, que lo llevó siendo muy joven a hacer la pretemporada con la primera del club. Sin embargo, tuvo un bajón, sufrió una lesión y tuvo que volver a empezar en cuarta división.
Pese al dolor inicial, ese “retroceso” fue lo mejor que le pudo pasar: fue una pesadilla para los arqueros a los que enfrentó en esa categoría y se convirtió en el goleador del torneo de ese año, con 14 tantos en 12 partidos. Además, fue el máximo artillero de todas las inferiores del fútbol argentino. Hizo goles de todos los colores. Y goles son amores. Y goles son, también, confianza y oportunidades.
Con 1,89 de altura y una gran potencia, era un “tanque” que ofrecía opciones de ataque. Y la posibilidad de volver al primer equipo le llegó de nuevo. No fue fácil para Girotti: tenía por delante a figuras de la talla de Rafael Santos Borré, Lucas Pratto y un Julián Álvarez ascendente, en el mejor River de los últimos tiempos. Sin embargo, allí fue. Con la cabeza en alto y el sueño intacto. Sabía que, algún día, le iba a llegar una chance. Y, un día, esa chance llegó.
Girotti había debutado en River el 27 de enero de 2019, en una derrota ante Patronato, tras lo cual lo bajaron a la cuarta. Y la revancha la tuvo en plena pandemia: en julio de 2020 le hicieron contrato, y en septiembre reapareció en la reanudación del fútbol copero.
Su primer grito con “La Banda” fue en noviembre de ese año, ante Godoy Cruz. Ingresó a falta de 15 minutos para el final, en lugar de Pratto, y en la primera que tocó la mandó a guardar de palomita, tras un preciso centro de Matías Suárez, para darle el triunfo 1-0 al equipo del “Muñeco”.
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El centrodelantero tenía una característica que sorprendía: su llamativa facilidad para marcar a los pocos minutos de entrar a la cancha. Y esa particularidad se repitió en un clásico ante Boca, en “La Bombonera”, donde anotó el 1-1 parcial de un partido que terminaría 2-2 apenas seis minutos después de saltar del banco.
El hecho de ser del riñón del club, sumado a su entrega y capacidad goleadora, hizo que rápidamente se ganara el cariño del hincha. Y “Fede” lo respaldó con un doblete ante Atlético Tucumán, por Copa Argentina, para sellar la clasificación del “Millo”.
Cuñado del arquero Augusto Batalla, el juvenil se fue afianzando en el plantel gracias a ese vínculo y aconsejado por los líderes, como Franco Armani, Enzo Pérez o Leonardo Ponzio, que hasta lo guió para saber qué auto comprar.
Pese a todo, el juvenil no podía sumar los minutos que quería. Tras una pretemporada, habló con Gallardo al respecto. Tuvo un puñado de ofertas de Europa, pero no prosperaron. Y ahí lo buscó Talleres. El exitoso entrenador le dijo que si iba a jugar, que fuera. Y Girotti no dudó.
Tras 49 partidos, 8 goles y 6 títulos en River, el centrodelantero fichó en la “T” en febrero de 2022. Con apenas 22 años, se convirtió en uno de los refuerzos más importantes del “Matador”, que adquirió allí el 50% de sus derechos económicos.
“Fede” tuvo sus primeros minutos con la azul y blanca en un amistoso contra Belgrano, y anotó un penal en la definición desde los 12 pasos en la que se impuso el club de barrio Jardín.
El amanecer de su estadía en Córdoba parecía soñado, pero no todo fue color de rosa: los dirigidos en ese entonces por Ángel Guillermo Hoyos arrancaron muy mal el torneo, y el entrenador debió despedirse prematuramente, pese a la banca pública del plantel, manifestada por el propio goleador.
El lunes 28 de febrero había anotado su primer gol en la “T”, en la derrota ante Newell’s, pero su primera noche realmente feliz fue por Copa Argentina, en Salta, donde marcó por duplicado para el 4-0 sobre Güemes.
Con la llegada del portugués Pedro Caixinha, Girotti mantuvo la titularidad, pronto se convirtió en un referente adentro y afuera de la cancha pese a su juventud y se adaptó en gran forma a Córdoba, lo que le permitió explotar también a nivel profesional.
En sintonía con lo que logró internamente en el plantel, “Fede” también pudo meterse al hincha en el bolsillo a partir de su entrega, más allá de los goles. Y ambas cosas se potenciaron en la Copa Libertadores, donde sumó, a la par del equipo, grandes actuaciones que maquillaron un presente magro en el torneo local.
La histórica clasificación a octavos del certamen continental fue un plus para Talleres y para Girotti, que, entre medio, también tuvo un hermoso acontecimiento personal: el nacimiento de su hija, Mercedes.
Con un futuro prometedor por delante, y haciéndose un tiempito para pilotear aviones entre medio de tanto fútbol, “Fede” cada tanto levanta la cabeza y mira al cielo. Ahora los aviones pueden dibujar formas invisibles e inconexas en las alturas de la mano de su conducción. Al igual que Talleres, que sueña con volar alto de la mano de los goles de Federico Girotti.
*Narración de Raúl Monti, entrevistas de Mauricio Cóccolo, textos de Juan Schulthess y edición de Erika Andújar.
