Adiviná qué están haciendo los “desendeudadores”

Adrián Simioni

De Cristina Fernández para abajo, el kirchnerismo se ha ufanado de ser el abanderado del desendeudamiento. Cada vez que pagaba una deuda, a Cristina perpetraba la deshonestidad intelectual de decir qué gobierno había tomado esa deuda. “El desendeudamiento es una instancia de soberanía”, decía Axel Kicillof en 2015, mientras firmaba de apuro con el Club de París.

Bueno, se ve que algo cambió en las doctrinas económicas K.

En junio, la deuda pública bruta medida en dólares llegó a 344 mil millones de dólares. Un récord histórico en términos absolutos. Son 30 mil millones de dólares más que lo que se debía cuando asumió Alberto Fernández.

Como porcentaje del Producto Bruto Interno, la deuda del primer trimestre es un puntito menor a la de 2020. Pero, fuera de eso, es la más alta para un primer trimestre desde 2004. Son datos oficiales del Ministerio de Economía.

Para colmo, se llega a ese nivel apenas después de un acuerdo con los acreedores que implicó quitas y baja de tasas. Las deudas bajan después de la salida de un default. Jamás suben.

El economista Grabriel Rubinstein agrega un dato demoledor para el equipo de los desendeudadores seriales: la deuda estatal neta crece a toda velocidad. A un ritmo mayor que con Cristina Fernández y a mayor ritmo que con Mauricio Macri (que tuvo la menor velocidad de crecimiento neto).

Al kirchnerismo le encanta decir que lo positivo de ellos es que se endeudan mayormente en pesos y no en dólares. Y eso a veces es cierto. Pero es un argumento que exhibe ignorancia o cinismo: ¿cuál es la ventaja de deber en pesos? Que podés pagar la deuda simplemente emitiendo. Pero resulta que eso genera inflación: o sea, estás licuando deuda diezmando el ingreso de los más pobres.

¿Y los pronósticos como son? Pésimos. Cristina le exige al ministro Martín Guzmán gastar más para ganar las elecciones. Y se nota: en junio, el déficit primario de ese mes fue casi igual al de todo el año 2019. Guzmán tiene que ver de dónde saca pesos para cubrir el rojo creciente. La emisión sigue, pero no se puede imprimir aún más porque nos vamos a encontrar con la híper. Los impuestos ya están en nivel de asfixia. Entonces lo único que le queda al minisro es “pedirle” prestado a los bancos, con los que se está armando una nueva bola de nieve parecida a las de las Leliq del Banco Central.