Cristina se desnuda otra vez

Adrián Simioni

Cristina Fernández está hablando cada vez más en la campaña. Y a medida que sus intervenciones se multiplican, reaparece cada vez con más firmeza la Cristina Fernández de las cadenas nacionales: el tono imperativo, la ironía, la tendencia a provocar crispación. No sólo le copa los discursos al presidente, la cara moderada de la fórmula. La propia vicepresidenta se libera de todo esfuerzo de moderación a medida que se le calienta el pico.

Algunos politólogos señalan que ese hecho, el hecho de que ella aparezca cada vez más, muestra que el gobierno necesita cada vez hablarles más a sus fieles para retenerlos que dirigirse a los independientes para tratar de convencerlos. Se verá.

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Lo cierto es que Cristina habla cada vez más y cada vez es más ella. Y ayer, entre tantas cosas, dijo algo significativo.

Escuchá. Dijo que alcanzar "la vida que queremos requiere no de un período, sino de muchos períodos de gobierno”.

La vida que queremos es el nuevo eslogan de campaña con que el kirchnerismo define el famoso "modelo", que alguna vez Cristina llamó de "modelo de crecimiento de matriz productiva con inclusión social y movilidad social ascendente".

Lo importante es que Cristina dice que para eso que el cristinismo quiere hacer necesita un montón de períodos de gobierno.

Hay varios problemas con esto. El famoso modelo no parece ser muy genial ya que reintrodujo la inflación, entre otras cosas. Además ya gobernaron 14 de los últimos 18 años, y aún así, lo dice la propia Cristina, no lograron instalarlo y necesitan más tiempo.

Pero hay un problema que es más de fondo. Si un modelo, para ser implantado, necesita taaaaantos períodos de gobierno entonces es incompatible con la alternancia democrática. La democracia es real y efectiva cuando hay posibilidades concretas de que los ciudadanos cambien un gobierno por otro. Si no, estamos en Cuba, en China, en la Rusia de Putin, en cualquier lado menos en una democracia verdadera.

Esto es lo que Cristina piensa muy en el fondo. Es la "Cristina eterna" que ya se había desnudado en su segundo mandato. Es lo que explica aquel estallido de furia que le impidió cumplir con el simbolismo institucional de traspasarle los atributos del mando a Mauricio Macri en 2015.

Tal vez el kirchnerismo debería reflexionar a fondo sobre esto, preguntarse si su famoso modelo es compatible con la alternancia democrática. Después de todo, tal vez lo único lógico sea consensuar un modelo con la oposición, porque así sería viable ponerlo en marcha, en lugar de insistir en imponer un modelo unilateral que sólo puede funcionar con un gobierno único y eterno.