El dedo de goma y el futuro de Aerolíneas Argentinas

Adrián Simioni

En los aeropuertos argentinos hay un ya usual y creciente caos por una protesta sindical. Varias decenas de vuelos debieron reprogramarse, pasar a otro aeropuerto o anularse. Y miles de pasajeros quedaron en banda.

El centro de la protesta está en Aeroparque. Hacen asamblea los pilotos y otros gremios de Aerolíneas que exigen aumento de salarios. Nadie declaró un paro, pero hay un paro. El paro de los maleteros, que en Aeroparque es un monopolio impuesto a las otras empresas, más el caos imperante complica a las demás aerolíneas. Y aunque las “asambleas” se hacen en Aeroparque obviamente su impacto es en todo el país por definición: todo se demora y se cancela. El jueves el rock and roll aeronáutico seguirá en Ezeiza, donde hay unos 10 mil pasajeros por día. Diez mil personas colgadas del pincel porque alguien hace “asambleas informativas”. El trabajo de los controladores aéreos es considerado esencial y debe garantizarse el servicio. El resto no.

En el centro de la cuestión está Aerolíneas Argentinas. No puede privatizarse porque Milei debió sacar esa idea de la ley bases si no no se la aprobaban. Por algún misterio, o algún tráfico, una mayoría de legisladores compran el verso instalado por la dictadura de que Aerolíneas es igual a soberanía. Hemos tenido que subsidiarla en 8.000 millones de dólares desde la estatización y darle ventajas absurdas que impidieron el crecimiento de otras aéreas. Pero no puede venderse. Y seguirle poniendo dinero en ese barril sin fondo es incompatible para el gobierno, que no puede emitir pesos si quiere frenar la inflación, ni puede seguir regalándole dólares que se necesitan para cosas más importantes. Como siempre, queda toda la industria aérea argenta secuestrada en el desastre extorsivo típico de Aerolíneas.

Así sólo queda la alternativa de achicar la empresa, bajar gasto en sueldos innecesarios. Debe bajarlo mucho. En estos seis meses se achicaron 500 puestos. No llega al 5%. O liquidarla. Sin demasiados remordimientos para una empresa donde sus dueños se engañaban entre ellos hasta con dedos de gomas, donde muchísimos sabían esas cosas pero ni locos iban a exponer a los malos y exigir su despido. La oportunidad ya la tuvieron. Era en aquellos momentos, cuando prometían hacerlo bien. Ahora es muy tarde. Lástima los pasajeros.