Los zapatos de Cristina

Adrián Simioni

Debe ser complicado estar en estos momentos en los zapatos de Cristina Fernández.

Por un lado la inflación recrudece y junto a ella la crisis económica y social. Ese escenario tiene dos salidas: un default con el FMI que puede tragarse al gobierno de Cristina en semanas; o firmar un acuerdo con el FMI que en su esencia es igual al que firmó Macri. Entonces es muy difícil que la vicepresidenta logre eludir esa disyuntiva: o pierde su gobierno o pierde su relato.

Todo esto genera a su vez una crisis política dentro de la alianza gobernante. El gobierno ya está quebrado. El poder dentro del gobierno es hoy un péndulo, pero un péndulo sin ritmo. Es imprevisible. Nadie sabe dónde está ni dónde estará.

A Cristina Fernández se le juntaron todas las crisis. Por momentos, da la impresión de que su estrella se apaga.

Y en ese contexto, le están lloviendo malas noticias en el terreno más determinante para su futuro, que es el de la Justicia.

Ayer el presidente Alberto Fernández sacrificó un poco más de su pequeña credibilidad para ir a defenderla en la causa por la inexplicable cantidad de obras públicas que concentró el amigo de Néstor Kirchner, Lázaro Báez, en los 12 años K. No sabemos cómo valorarán los jueces el testimonio del presidente. Pero en la opinión pública ver a Fernández recitar lo contrario de lo que decía hace apenas 5 años fue un tremendo gol en contra.

Ahora, la Cámara de Casación Penal, el máximo tribunal penal del país, acaba de confirmar que, para la Justicia, es muy creíble la sospecha de que Cristina Fernández conocía y lideraba una asociación ilícita que cobró 27 sobornos y extorsiones que han sido confirmados por ex altos funcionarios de la propia Cristina y por una docena de empresarios. Algunos declararon esto ante la Justicia como arrepentidos y otros como simples testigos o imputados.

Por eso, los camaristas confirmaron el procesamiento de Cristina Fernández en la causa de los cuadernos, el escándalo más grande que involucra a los tres gobiernos K y una de las mayores amenazas para el futuro de la vicepresidenta.

Debe ser un pésimo día para Cristina Fernández. Mal día para estar en sus zapatos, sean de la marca que sean y cuesten lo que cuesten.