¿Opositor a qué es Rodríguez Larreta?

Adrián Simioni

Este finde, en parques de la Ciudad de Buenos Aires, el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta va a poner en marcha su programa “Dejá tus rueditas”. ¿En qué consiste? Bueno, en circuitos que se van a montar para que instructores -“exclusivamente dedicados”- se dediquen a enseñarles a andar en bici sin rueditas de apoyo a chicos y chicas de 4 a 12 años de edad.

En la Argentina del Estado quebrado, del sector privado ahogado por un sector público voraz, perezoso y muchas veces inútil, la Ciudad de Buenos Aires, quema dinero público para que los chicos dejen de usar rueditas de apoyo en sus bicis. Es un ejemplo pequeño. Puntual. Pero el gobierno de la Rodríguez Larreta está lleno de estas cosas.

La iniciativa tiene un aspecto que excede lo fiscal, esto de gastar al tuntún, porque me sobra.

Un aspecto es ideológico: ¿Rodríguez Larreta piensa que el Estado debe meterse en la vida privada hasta el punto de enseñarles a andar en bici a las personas? ¿Cuál es el interés “público” de hacer esto? ¿Prevenir futuros traumas de niños acomplejados por no haber dejado las rueditas a tiempo? ¿Esto no debería quedar fuera de la intervención estatal?

Otra punta es político-partidaria. El tema de las rueditas parece ser otra excusa más para mantener una nube de ñoquis, una burocracia de punteros, militantes y acomodados. O sea, financiar un aparato político privado, el de un partido, con fondos públicos. Es difícil encontrar otro justificativo.

Rodríguez Larreta se encamina a obtener en estas elecciones el liderazgo político de la oposición. Es un buen momento para preguntarse a qué se opone, en tanto opositor, Rodríguez Larreta.

Porque con el “plan ruedita” es muy difícil distinguirlo de cualquiera de los gobernadores que han transformado a varias provincias en paraísos improductivos de ñoquis estatales. Es muy difícil distinguirlo de los gobernantes irresponsables que ahogan a un sector privado exhausto por los impuestos, la falta de crédito y la inflación. Es muy difícil distinguirlo de los progres medio fachos que asumen que el Estado debe meterse cada vez más y siempre en la vida privada, gestando una sociedad de individuos cada vez más infantilizados y dependientes, que ni siquiera se las pueden arreglar solos para dejar atrás las rueditas de la bici.