Participar o no: el dilema de los opositores

Adrián Simioni

A esta hora comienzan las manifestaciones contra la violencia política. En Rosario el acto es en la plaza 25 de Mayo. Pero el lugar cambió. El primer acto reflejo, inconciente, automático, de La Cámpora, había sido convocar frente a los Tribunales Federales. Es decir, lo primero que se les ocurrió fue ligar la reivindicación de la paz con la campaña K contra la Justicia federal que investiga a Cristina Fernández por presunta corrupción. Pero, claro, así ¿cómo podían esperar que participaran los opositores, los independientes?¿para terminar siendo furgón de cola del kirchnerismo en su levantamiento en contra del Poder Judicial? ¿Para ser idiotas útiles?

El lugar de la cita cambió. Pero la anécdota ilustra bien dilema que enfrentan los opositores cuando se trata de manifestarse por banderas que deberían ser estratégicas y de todos los ciudadanos, pero que el kirchnerismo tiene por costumbre privatizar para sí mismo, para darles un mero uso táctico, al servicio de su propio poder.

Hay ejemplos de sobra. El más claro es el de los derechos humanos. Cada 24 de marzo, los organismos de derechos humanos, transformados en partidos K, convierten la jornada en una autocelebración de la bajada de cuadros ordenada por Néstor, cuando los dictadores ya eran octogenarios. El alfonsinista que va, termina engordando un acto K. Entonces, nadie va. Y la ausencia confirma la falsedad de que los DDHH son K.

Hay mucho cinismo. Ejemplo: el presidente acusa a los diputados opositores de haber entregado el país al FMI en el mismo acto en el que les ruega sus votos para votar el mismo acuerdo con el Fondo, mientras la vice se da el lujo de no votarlo sólo porque está segura de que lo aprobará la oposición y así se evitará que todo salte por los aires.

Son todas trampas envenenadas. El presidente convocó anoche a todos a repudiar el atentado y a rechazar la violencia, pero ahí mismo dio por sentado que, según él, el atentado fue causado por un discurso de odio que construyen opositores, jueces, fiscales, periodistas y, en general, el lado de la grieta... al que acaba de convocar. ¿Cómo ir calladito a marchar por la paz si el que tiene el micrófono en el acto te acusa a priori de poner la bomba?

El presidente, por ejemplo, decretó sin consultar a nadie un feriado que la mitad del país rechaza porque complica el trabajo, encarece la producción, complica a los hogares. Y para el lunes el sindicalismo estatal y el más cercano a los K ya está convocando a un paro. ¿Dos días a pérdida así como así, sin siquiera preguntar? La oposición, que expresa a los sectores perjudicados por estos paros, ¿tiene que callarse para que no la acusen de violenta? ¿Por qué no la consultan antes de exigirle que apoye hechos consumados?

Los opositores deberían tener más claro esto. Y más definido cómo actuar con rapidez. Necesitan un manual de estilo. Tal vez su definición sea no movilizarse y expresarse de otro modo. O reclamar al kirchnerismo la coorganización de los actos, por ejemplo para definir oradores y demás. O bien convocar a sus propios actos y manifestaciones: otro día, otro lugar. En cualquier caso es importante que expresen su respaldo al sistema democrático, los derechos humanos, la defensa de la paz y la condena de todo tipo de violencia, sin dejarse llevar de la nariz por nadie.