Unas facultades extraordinarias mucho más ordinarias de lo que creemos

Adrián Simioni

Uno de los capítulos de la ley Bases que acaba de aprobarse es el que le delega facultades legislativas a Javier Milei. El tema es controvertido. Y muchos opositores se han rasgado las vestiduras. Lo cierto es que las facultades extraordinarias son mucho menos que las que estaban en la ley Ómnibus y están limitadas en otros capítulos por la misma ley Bases.

Pero lo más llamativa es que estas facultades extraordinarias no tienen nada de extraordinarias. El Congreso se las dio y se las prorrogó a Carlos Menem, a Fernando de la Rúa, a Eduardo Duhalde, a Néstor Kirchner, Cristina Fernández y Alberto Fernández. De la Rúa también las tuvo. Incluso las tuvo Mauricio Macri, aunque sólo durante la primera mitad de su mandato.

La Constitución de 1853 prohibía que el Congreso le cediera sus facultades al Ejecutivo. Pero igual los ejecutivos avanzaron. La Constitución de 1994 las habilitó, con dos condiciones: el Congreso debe declarar una emergencia en el área temática a legislar y las decisiones del Ejecutivo de este tipo deben sujetarse al mismo circuito que un DNU, es decir, el Congreso puede anularlas.

Estos superpoderes no sólo existen por las ansias de poder de un presidente. En 1994 el Instituto Federal de Estudios Parlamentarios evaluó que había unas 1.900 leyes acumuladas en el pasado que habían surgido de estos poderes. En 1999, Menem acordó con De la Rúa darle las facultades al nuevo presidente porque si no más de 300 leyes iban a perder su efecto de inmediato. Y así se fueron prorrogando durante más de 20 años, porque el Congreso nunca cumplió su mandato constitucional de ordenar en un digesto todo ese caos de leyes de emergencia.

Milei tendrá “superpoderes” –aunque menguados respecto de los que tuvieron por ejemplo Duhalde y los Kirchner- en temas económicos, financieros, de seguridad, de defensa, tarifarios y energéticos. No los tendrá en temas sanitarios, sociales, fiscales y previsionales. Y los tendrá sólo por un año.

Mucho menos poder del que tuvieron la enorme mayoría de sus predecesores.