No es por ahí, Bertie: la educación obligatoria no se eclipsa

Julio Perotti

El diputado libertario Alberto "Bertie" Benegas Lynch había cuestionado que la escolaridad sea obligatoria.

Benegas Lynch consideró que el Estado no puede decidir si un chico va o no a la escuela y que esa debe ser "una decisión exclusiva de los padres".

La polémica opinión generó numerosas críticas del arco opositor, pero también y con particular fuerza la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, que tiene a su cargo la cartera educativa.

"Hombres trabajando, niños estudiando", le replicó.

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¿Quién es “Bertie” Benegas Lynch?

Gran amigo de Javier Milei, es el tercero de una dinastía de libertarios que viene de su abuelo y sigue con su padre. Por cierto, todos llamados igual,

Bertie estuvo 10 años en el Banco Santander de Argentina y fue 12 años director general de Universia Argentina, empresa subsidiaria de Universia Holding del Grupo Santander de España.

Su cercanía a Milei le valió ser el primero en la boleta de candidatos a diputados por La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires.

Su abuelo, también Alberto Benegas Lynch, fue uno de los pioneros del liberalismo en el país y apoyó a varias dictaduras militares.

De hecho, este primer Benegas Lynch, que falleció en febrero de 1999, trajo a la Argentina el pensamiento de la escuela austríaca.

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Pero volvamos al origen, la obligatoriedad de la escuela, cuestionada por Bertie Benegas Lynch.

En el corazón de cualquier sociedad que aspira al progreso y la igualdad se encuentra un principio fundamental: la educación obligatoria.

Más que un simple mandato legal, la educación obligatoria es un pilar sobre el cual se erige el futuro de una nación.

En un mundo cada vez más complejo y dinámico, su importancia no puede ser subestimada.

Históricamente, la educación obligatoria ha sido un instrumento poderoso para combatir la ignorancia y la exclusión.

Es la garantía de que cada niño y niña, independientemente de su origen social o económico, tenga acceso a una formación básica que siente las bases para su desarrollo personal y profesional.

En un país como la Argentina, marcado por profundas desigualdades, la educación obligatoria emerge como un bastión de justicia social y movilidad ascendente.

Es cierto que la educación obligatoria no está exenta de desafíos. La falta de recursos, la infraestructura precaria y la desigualdad en el acceso son solo algunas de las barreras que obstaculizan su pleno desarrollo.

Es terrible y penoso escuchar a quien pretende que la educación no exista como un derecho humano fundamental y una herramienta indispensable para el desarrollo social y económico de una nación.