¿Quién ganó la dramedia: Cristina o Alberto?

Adrián Simioni

La dramedia, la mezcla de drama y comedia, de la semana pasada está lejos de haber terminado. Quedan muchísimas preguntas. Una de ellas es quién gobierna: ¿Cristina Fernández o Alberto Fernández?

La embestida contra el Presidente iniciada por la propia vicepresidenta la noche de la derrota electoral contenía varios ultimátums:

Uno, era que los cambios de gabinete debían ser inmediatos. Cristina lo consiguió. Pero el nuevo gabinete no es más cristinista que el anterior. Juan Manzur, el nuevo jefe de Gabinete, no tiene nada que ver con la vice. Cristina avaló a cada uno de los opositores internos a Manzur en Tucumán desde 2015. Y la figura de Manzur choca de frente con el relato K de los derechos civiles. Su cuestionado Santiago Cafiero dejó la jefatura, pero quedó por default nada menos que en la Cancillería. Aníbal Fernández tampoco es un soldado de Cristina. Los demás cambios son aún más insustanciales.

Otra exigencia de Cristina era que el equipo económico había fracasado. Y había que pasar a otra cosa. Cristina no se dio el gusto. Se fueron un montón de funcionarios menos Martín Guzmán, Matías Kulfas, Miguel Pesce o Claudio Moroni. Siguen ahí.

La tercera exigencia de Cristina era terminar el supuesto ajuste de Guzmán y volver a gastar fortunas para generar una imagen electoral de bienestar y comprar votos. Pero eso es de imposible cumplimiento por la sencilla razón de que no había ajuste. Cómo será que no había ajuste que el gobierno llegó a los límites legales de emisión de pesos sin respaldo, se endeudó al máximo generando una bola de nieve con bancos e inversores que ya no están dispuestos a prestarles al 40% anual, creó y aumentó todos los impuestos posibles, se comió ingresos extraordinarios por los precios mundiales de los granos, y pese a todo esto y a que ya no tiene los gastos de pandemia del año pasado, aún así va terminar el año con un enorme déficit fiscal. No sé quién puede pensar que Guzmán es un ajustador. Nunca nadie gastó tanto. Si van a gastar aún más de acá a las elecciones no van a ser fondos que Guzmán tenía encanutados. Van a ser pesos crocantes que van a recalentar la inflación. Y ahí vamos a querer ver quién se va a querer hacer cargo, si Alberto o Cristina.

Por ahora no está claro que haya ganado nadie. Lo único que queda claro es que nos habían mostrado una mentira: donde simulaban amor, reconciliación y buenas ondas en realidad había repulsión, antipatía, rencor y saña. Va a ser interesantes verlos convivir los próximos dos años. Si pueden.