Por Yeny Ortega Benavides.
Fotos: César Lanza Castelli.
La esquina de Antonio del Viso al 295 de barrio Alta Córdoba tiene un aire sentimental. Las luces asoman sigilosas entre las pérgolas poco cargadas de hojas por efectos del otoño. Es una noche fría en Córdoba capital.
Al entrar, cuesta saber si seguimos en “la Docta” o viajamos en el tiempo a algún pueblito de Italia.
El lugar es cálido, pintoresco, informal y relajado. Entrando por el angosto pasillo, escoltados por vinos de todas las regiones de Argentina, nos topamos con la sonrisa de María Rosa “La Kitty” Oliva.
El aroma a masa leudada impregna por todas partes. El camino hacia las mesitas de madera se relentiza porque los cuadros con proverbios escritos en italiano se roban la atención.
El horno de barro, que se erige en el centro como columna vertebral, no solamente calefacciona el ambiente, sino que da nombre al lugar: estamos en Il Forno Di Marco (El horno de Marco).
La carta es acotada, pero ostenta una increíble y poco convencional variedad de ingredientes para las pizzas. Una advertencia se hace notar en la página principal: “Como en la gran tradición italiana, la pizza se sirve entera, no cortada”.
Mientras elegimos, la moza llega a la mesa con una entradita de berenjenas con salsa de tomate y queso azul gratinado.
Pedimos dos pizzas, nos resultó imposible decidirnos por una. Ambas, con los bordes rellenos de pasta de hongos.
Nos levantamos y elegimos el vino directamente de la vidriera donde estás exhibidos. Es una especie de carta viva donde se puede ver y tocar las botellas, conocer su precio y leer la descripción directamente de la contraetiqueta.
Marco Tebaldi parece un hombre de pocas palabras, pero se sienta a conversar y lo hace como si nos conociéramos de toda la vida.
Lo primero que nos cuenta es que fabricó el horno con sus propias manos. “Es una herramienta fundamental para lograr una pizza al verdadero estilo italiano”, dice con una tonada marcada, como si nunca hubiera abandonado su Padua natal.
Marco llegó a la Argentina hace 10 años, el 12 de abril del 2012, gracias “la Kitty”, la cordobesa que lo enamoró.
A los pocos días ya estaba trabajando en La Trattoria, un local de comidas por kilo ubicado en la calle Tucumán al 474 que pertenecía a los padres de Kitty.
Al poco tiempo decidieron apostar y abrir éste, su propio negocio.
“En el mundo de la gastronomía tienes que entrar a los 20 o 25 años. Yo entré tarde, a los 30”, reconoce.
“Siempre me gustó la cocina. Cada región de Italia tiene su propia gastronomía. Mis padres nacieron en lugares donde se hacen comidas bastante sabrosas”, agrega.
Siempre hizo pizzas. Nunca quiso hacer otra cosa. “Ser chef, en Italia es una carrera larga e intensa. Para mí ya era tarde”, comenta con cierta melancolía.
La pizza que prepara es única y resulta inevitable preguntarle cuál es el secreto. “El 60% es la masa, También es importante la salsa, que sea casera. La que yo preparo no es puré de tomate, no es tomate triturado. Es una crema que hago con una maquinita especial que traje de Italia”, relata orgulloso.
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“También son importantes los ingredientes. Nosotros, crisis o no crisis, nunca bajamos la calidad de los productos”, destaca.
Al frente del local siempre han estado ellos, juntos hombro a hombro como la pareja que son, cuidando al producto y al cliente como si fueran hijos.
El lugar, para este momento, ya está a reventar. Otros tantos clientes son atendidos por el costado del local, donde se venden pizzas solo para llevar.
Este lugar tiene una magia que no la va a generar otro lugar
“A veces pensamos en dar un paso más adelante, pero nos cuesta. Nosotros no somos inversionistas, somos gente que vive de su trabajo”, explica Kitty.
Y destaca: “Este lugar tiene una magia que no la va a generar otro lugar”. Nuestro silencio le da la razón.
Para la hora del postre, elegimos cannoli, un dulce típico de la región de Sicilia que consiste en una masa enrollada en forma de tubo rellena con ingredientes mezclados con queso ricota.
Cuando uno cree que la noche no puede ser más perfecta, Kitty aparece con una copita de lemoncello preparado con sus propias manos. Eso hacen con todos los clientes.
Il Forno Di Marco es eso: la casa de una pareja de amigos, ubicada en el corazón de un barrio tradicional de Córdoba capital, que te reciben con afecto y te ofrecen, cálidamente y con sencillez, lo mejor que saben hacer: la auténtica pizza italiana. Por ello, no podemos más que recomendarles, casi imperativamente: tienen que ir.
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