La ivermectina, un debate que resurge entre ciencia, política y desconfianza
El debate resurgió por leyes estatales como la de Arkansas, que permite su venta sin receta, y el impulso político de Trump y sus aliados, quienes la promueven como símbolo de resistencia al "establishment".
02/04/2025 | 11:49Redacción Cadena 3
La ivermectina, un medicamento antiparasitario aprobado para humanos y animales, volvió al centro de la controversia en Estados Unidos, años después de su auge durante la pandemia de COVID-19.
Lo que comenzó como una disputa científica sobre su eficacia contra el virus se transformó en un símbolo de polarización, alimentado por decisiones políticas, fallos judiciales y una creciente desconfianza hacia las instituciones sanitarias.
En un contexto marcado por el regreso de Donald Trump al poder, el debate se ha reflotado con fuerza, dividiendo a la sociedad entre quienes la ven como una solución suprimida y quienes advierten sobre sus riesgos.
Orígenes de la polémica
La controversia estalló en 2020, cuando estudios preliminares in vitro sugirieron que la ivermectina podría inhibir la replicación del SARS-CoV-2.
Médicos como Pierre Kory, del Front Line COVID-19 Critical Care Alliance (FLCCC), y figuras políticas conservadoras, como el senador Ron Johnson, la promovieron como un tratamiento barato y efectivo contra el COVID-19.
Sin embargo, ensayos clínicos rigurosos, como el TOGETHER en Brasil y el ACTIV-6 en EE.UU., concluyeron que no reduce significativamente hospitalizaciones ni mortalidad, y que las dosis efectivas en laboratorio eran inviables para humanos.
La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) desaconsejaron su uso y advirtieron sobre intoxicaciones tras el consumo de formulaciones veterinarias, lo que llevó a campañas como el famoso tuit de la FDA en 2021: "No eres un caballo".
Aun así, la ivermectina se popularizó entre grupos antivacunas y escépticos de las medidas oficiales, impulsada por desinformación en redes sociales y medios conservadores.
Sus defensores alegaron una conspiración de la "élite médica" y las farmacéuticas para priorizar vacunas y tratamientos costosos, mientras el público general enfrentaba un aumento de casos de sobredosis y efectos adversos.
En 2023, un fallo judicial obligó a la FDA a retirar publicaciones que desaconsejaban su uso, tras una demanda de médicos que argumentaron que la agencia había excedido su autoridad, marcando un punto de inflexión en la batalla legal y pública.
El resurgimiento en 2025
El debate se reavivó en este 2025 por varios factores. En marzo, Arkansas aprobó una ley, firmada por la gobernadora Sarah Huckabee Sanders, que permite la venta de ivermectina sin receta, siguiendo el ejemplo de Tennessee.
Esta medida, respaldada por el precedente judicial de 2023, se presenta como una victoria por la "libertad médica", en un abierto y directo desafío a la FDA.
Otros estados, como Oklahoma y Missouri, evalúan propuestas similares, lo que refleja una división política donde gobiernos conservadores buscan desmarcarse de las regulaciones federales.
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca en enero de 2025 fue un catalizador clave.
Durante su primer mandato, Trump y sus aliados promovieron tratamientos alternativos al COVID-19, incluida la ivermectina, y su administración actual ha retomado esa narrativa.
Figuras como el congresista Matt Gaetz intensificaron la campaña, con anuncios en marzo que explican cómo adquirir el medicamento sin depender de la industria farmacéutica.
Trump mismo evitó pronunciarse directamente, pero su silencio tácito y el apoyo de su base dio nuevo impulso a la causa.
Para muchos de sus seguidores, la ivermectina representa una resistencia contra el "establishment" y una alternativa a lo que perciben como una agenda globalista.
Las redes sociales también han jugado un papel crucial. En plataformas como X, circulan afirmaciones de que la ivermectina no solo sirve para el COVID-19, sino también para el cáncer y otras afecciones, basadas en anécdotas y estudios no verificados.
Aunque la comunidad científica –incluidos el NIH y la OMS– reitera que no hay evidencia concluyente para estos usos, la narrativa de un medicamento barato y sin patente, supuestamente amenazante para las ganancias de las farmacéuticas, ha revitalizado teorías conspirativas que resuenan con una audiencia desconfiada tras la pandemia.
Ciencia versus percepción
La comunidad médica permanece dividida, aunque la mayoría respalda las advertencias oficiales.
La FDA sostiene que la ivermectina es segura y efectiva solo para sus usos aprobados –como tratar parásitos–, pero no para el COVID-19 en las dosis disponibles.
Sin embargo, médicos disidentes y algunos estudios pequeños, a menudo criticados por su metodología, mantienen viva la esperanza entre los defensores.
El resultado es un choque entre evidencia científica y percepción pública, agravado por la polarización política.
Para los críticos, el resurgimiento del debate es un riesgo para la salud pública. "Legitimar un tratamiento sin respaldo sólido fomenta la automedicación y debilita la confianza en la ciencia", afirmó la doctora Leana Wen, excomisionada de salud de Baltimore.
En contraste, quienes apoyan su uso, como el FLCCC, insisten en que los datos han sido malinterpretados y que los pacientes merecen opciones.
Un símbolo de la división
Más allá de la ciencia, la ivermectina se ha convertido en un emblema de las tensiones culturales y políticas en Estados Unidos.
En un país aún marcado por las secuelas de la pandemia, la desconfianza hacia las instituciones –reforzada por errores percibidos en la gestión del COVID-19– ha encontrado en este medicamento un punto de encuentro para quienes rechazan la autoridad centralizada.
Mientras estados conservadores avanzan en su desregulación y el Gobierno federal enfrenta límites legales para intervenir, el debate promete seguir escalando.
Esto refleja no solo una disputa sobre salud, sino una lucha más profunda por el control de la narrativa en tiempos de incertidumbre.