Milei compensa su pragmatismo con un discurso duro y electoralista

Sergio Berensztein

A pesar de la lectura que el presidente Javier Milei realiza en el balance de su primer año de gestión, el mensaje es claro: ratifica los aspectos más importantes de su narrativa y plantea escenarios electorales para 2025, que él mismo describe como un plebiscito sobre su gestión.

En la práctica, Milei muestra un pragmatismo significativo. Este presidente se presenta como ecléctico, dispuesto a negociar con quien sea necesario. 

La estrategia parece ser clara: si una propuesta, como la ficha limpia, no le conviene, se posterga, a pesar de que el proyecto que el Poder Ejecutivo presenta sea similar al que finalmente queda en el camino. Esta dinámica incluye negociaciones con la CGT, un tema que, curiosamente, no se abordó en su discurso: la reforma laboral.

La situación se complica aún más con la reciente declaración del jefe de gabinete, Francos, quien admitió que no se convocará a sesiones extraordinarias. Esto indica que dentro del propio gobierno no existe consenso sobre el temario, lo que lleva a la conclusión de que las discusiones se postergarán para enero o febrero. Bernstein destaca que esta decisión tiene sentido, dado el contexto actual y la necesidad de evitar conflictos innecesarios.

En definitiva, lo que se observa es un presidente que, hacia el exterior, se muestra ideológico y duro, mientras que hacia adentro mantiene un enfoque negociador. Este equilibrio entre la imagen pública y la gestión interna puede ser clave para entender la estrategia política de Milei en los meses venideros.