La muerte de Lady Di cambió Buckingham

Luis Meglioli

La violenta muerte en accidente de tránsito de Diana Spencer, un año después de su separación oficial del príncipe Carlos del Reino Unido, marcó una bisagra en la historia del reinado de Isabel II. 

La boda de Carlos y Diana el 29 de julio de 1981, seguida por televisión por 750 millones de personas en todo el mundo, dio inicio a un relato de novela, en medio de las versiones de la relación que seguía manteniendo a la distancia, el hijo mayor de la reina con una amiga de la adolescencia y en esos momentos casada, una tal Camilla Parker Bowles. 

La propia Diana le confesó a sus hijos Williams y Harry (Guillermo y Enrique) que se había casado enamorada, pero que ese amor sólo duro 11 años. Carlos, que la había definido ante la prensa como "alegre, divertida y atractiva", nunca dejó de tener relación con Camila, lo que terminó llegando a oídos de la princesa de Gales. 

La última vez que se mostraron juntos y con sus hijos fue en Palma de Mallorca, el verano de 1990, invitados por los reyes de España, hoy eméritos, Juan Carlos y Sofía, dónde los periodistas notaron claramente el incipiente distanciamiento de la pareja principesca. 

La espera para la separación formal duro cuatro años y, mientras tanto, también se habló de supuestas parejas de Diana. La más importante relación, y que iba a terminar en matrimonio, fue la que mantuvo con Dodi Al-Fayed, seis años mayor que ella, hijo de un multimillonario egipcio. 

Precisamente iba con él en el momento del trágico accidente bajo el Puente del Alma de París, cuando eran perseguidos por paparazzis. 

Lo que vino tras la muerte de ambos, y más aún con el funeral de la princesa, fue el detonante de la primera protesta de los ingleses contra la reina Isabel II. 

Esta había dispuesto que no se declararía duelo oficial porque Diana ya no era princesa de Gales "solo madre de los hijos del príncipe heredero". Además, no asistiría a los funerales. La impactante y multitudinaria presencia de familias enteras al velatorio portando flores que llegaron a cubrir las arterias de acceso al lugar, motivó que el entonces mismísimo primer ministro del país, Tony Blair, aconsejara a la reina, jefa del Estado, que debía estar en las horas fúnebres a Diana, a lo que se sumó el pedido de su propio hijo Carlos. 

Los ingleses estaban despidiendo con dolor a quien comenzó a llamarse desde entonces "la princesa del pueblo", la mujer que humanizó la educación de sus hijos, muchas veces desvirtuando las reglas del Palacio de Buckinham, y terminaron viendo a la reina ante el féretro de su ex nuera. 

 A 24 años de aquella muerte, las visitas a la tumba de Diana siguen siendo numerosas y permanentes, tanto de ingleses como de turistas. Y este año, por primera vez, los Guillermo y Enrique volvieron juntos ante el descanso eterno de su madre para descubrir una escultura en su homenaje el 1 de julio pasado con motivo de los 60 años que habría cumplido su madre ese día. 

Fue cerca de allí, en los jardines del Palacio de Kensington, en Londres.